DESATADURAS

Exposición “Desataduras”
Sala Menchu Gal, Irun
Del 23 de septiembre al 20 de noviembre de 2022
Exposición cancelada por problemas técnicos, nunca abierta al público,

Texto Rubén Díaz de Corcuera
Fotografías Jorge Salvador

Forzar la letra. Rubén Díaz de Corcuera.

Primeras impresiones. Pocas y grandes palabras pero escritas a mano (aquí hay mucho oficio de la artista). Pocas palabras pero, de un modo u otro, expresivas. Expresivas en el significante, en la letra, y solidariamente en el significado, en los conceptos. Y también a la inversa, expresivas en el plano de contenido afectando entonces a la expresividad del propio grafismo. 

Palabras escritas sobre papel liso (papel de rollo) o preimpreso (y en este caso a destacar la elección como soporte de varios mapas de la península ibérica, mapas políticos y físicos, de carreteras y callejeros). 

Algunos grafismos de letra presentarán un tamaño descomunal y un diseño duro (como de búnker), colmando los amplios y largos soportes y colocando el texto al límite de la legibilidad. En otros casos el déficit de legibilidad proviene del recurso a una fuente de letra gótica (Antique Frakturschrift o similar) inevitablemente connotada de fascismo.

La más legible de las fuentes ha sido diseñada para las palabras en euskera: euskal, jotake, apurtu, greban, herria, etxera, kanpora, kalera, askatu, etc. Extraídas de frases mil veces oídas, un millón de veces escritas.

El campo semántico al que se abre el texto: Euskal Herria, ETA, monarquía, dictadura, democracia.

El arte de la escritura. La escritura: el significante mudo de un significante fonético. Símbolo visual de cadenas de sonidos articuladas por gargantas humanas. Imágenes acústicas que tienen el misterioso poder de suscitar conceptos y también de referirse a amplísimos conjuntos de objetos (o a uno solo). Alfabeto y fonemas, las letras y su sonido, tienen un vínculo tan arbitrario entre sí como los propios fonemas, agrupados en palabras y frases, y sus campos semánticos. Todo vínculo es arbitrario en el lenguaje ya que se trata de una convención, un sistema de símbolos. Pero una convención sólida. La que permite comunicarnos con otros y con nosotros mismos. El sistema que funda la subjetividad, nada menos.

El diseño de ciertas fuentes de letra (de ciertas tipografías) aspira idealmente a una condición muy similar a la de las gafas (hechas para ver a través y no para verlas a ellas). Otras fuentes de letra se diseñan, por el contrario, para significarse. Función estética (que diría R. Jakobson). El plano significante del lenguaje (del lenguaje escrito en este caso) vuelto sobre sí mismo.

El intensivo trabajo sobre la escritura que realiza Nerea Lekuona, este nivel de saturación significante, de incidencia sobre la forma de la escritura, tiene el efecto de desestabilizar los campos semánticos asociados. Y esta es la gran aportación del trabajo de Nerea. Someter a pruebas de stress algunos conceptos (¿políticos?) por el procedimiento de un trabajo formal intensivo, con vocación de ir hasta el final y algo más lejos. 

Política del arte. La capacidad ofensiva de una imagen (que reside no en la imagen sino en su intérprete), puede ser un buen indicador de su carácter político. Ya que la política desata fácilmente pasiones (como por ejemplo, el odio). Por el contrario, la ambigüedad característica del arte, su polisemia, su apertura constitutiva (en el sentido asignado a este concepto por U. Eco), actúa como un acertado contrapunto. Con el arte uno no sabe a qué quedarse.

De la comunicación política de masas se puede esperar la soflama, la consigna, las llamadas a filas. Mensajes unívocos y claros, en cualquier caso. Y del arte se debe esperar más bien lo contrario. Y este puede ser precisamente el modo de inserción del arte en la política, su puerta de entrada. La conquista de nuevos objetos de representación, la alteración y el cuestionamiento de los vigentes “repartos de lo sensible” (J. Rancière), producir seísmos en la cultura, remover cimientos, tornar los firmes suelos en arenas movedizas. Dicho de otro modo, causar extrañamiento, excitar la mirada, perturbar al público.

Democracia. La calle es mía. Dictadura. Ortogonalización excesiva de la escritura (excesivo acomodo de la escritura a la horizontalidad y verticalidad de los soportes). La lectura de una sola palabra exige aquí un gran esfuerzo. Tomar distancia, deletrear, mirar en un espejo. A pesar de lo cual el significado permanece parcialmente ocluido, el signo permanece en un nivel de lectura significante, es decir, abstracto (la letra nos interesa en esta fase como nos interesa el neoplasticismo de Mondrian). El significado, una vez alcanzado, forma un signo completo (un folio de dos caras, en imagen de Saussure). Ya no podremos ignorarlo. Pero el significante trabajado por Nerea sigue siendo el lado fuerte del signo. No hay otra opción entonces que aceptar su victoria y sumergirse en la letra (a lo cual se nos invita expresamente en alguna pieza). Habitar los laberintos en los que nos ha metido la artista, jugar dentro como chiquillos.

Consignas. La unión de euskera y península ibérica puede muy bien constituir un oxímoron, esa figura retórica consistente en la unión forzada de dos opuestos (por ejemplo, silencio clamoroso, crecimiento negativo). Un oxímoron tanto para un nacionalista español como para un nacionalista vasco. Para el primero las palabras en euskera estarán necesariamente connotadas, o si se prefiere, contaminadas, de su uso y abuso en la cartelería y las pintadas de la izquierda independentista, de su omnipresencia en los vascos muros de euskal herria. Para los segundos, será la silueta de la península ibérica lo que se tiña de connotaciones negativas: represión, dominio opresivo, imperio.

La tipografía creada por Nerea para estas piezas de mapa sugiere el grito. Puede ser interpretada, en mi opinión, como tipografía de alarido. Gritos sincopados, frases a medio decir, pero capaces de llenar la península entera, de atiborrarla hasta el empacho.

Puedo prometer y prometo. En estas piezas de rollo (o de círculo) la estrategia es de repetición. Es bien sabido que la repetición lamina el signo, que la repetición provoca el extravío del significado (una rosa es una rosa es una rosa…) y que nos quedemos por un instante en presencia del significante puro. Queda el cuerpo del signo y se extravía su alma. Queda lo material y desaparece lo inteligible. Queda por tanto, el signo como cadáver o el cadáver como signo. Como en aquella célebre coletilla que empleaba repetidamente Adolfo Suárez en sus discursos. Puedo prometer y prometo. Retórica vacía. Vacío que se multiplica en la repetición de su significante escrito. Pero cualquier cantidad que multiplica al cero sigue dando cero. Una mentira repetida un millón de veces no se transforma en verdad, se transforma en un sentimiento de mortal aburrimiento.

Amenazas. Los vídeos. Aquí el stress al que se somete a la letra tiene doble procedencia. Por una parte lo que aparece en pantalla es un texto, palabras que se revelan al mismo tiempo que el acto simulado de su escritura. Por otra parte se trata de un texto comentado. Hay una voz en off femenina, la voz de una grafóloga, que nos ofrece el perfil psicológico correspondiente a dicha escritura. Pues es bien sabido que lo escrito a mano puede indicar a los expertos el carácter, la personalidad de su autor. El tamaño de las letras, la dirección de las líneas, los enlaces, la curvatura, la limpieza, revelan, al parecer, algunos rasgos psicológicos. 

Se nos fuerza por tanto a prestar atención, en paralelo, a estos dos textos. El de alguien que solicita por escrito el impuesto revolucionario, y el de la grafóloga-psicóloga que describe al individuo, el hombre o la mujer, detrás del texto. Dejando a un lado el contenido mismo de la amenaza. Dejando a un lado, el hecho, posteriormente revelado, de que se trata de las palabras y la caligrafía de algún oportunista, de que los textos pertenecen en realidad a impostores o impostoras, chapuceros de la infamia, falsos terroristas. Textos rescatados por Nerea de algún archivo histórico (al parecer se archiva todo, verdadero o falso).

Junto al vídeo la propuesta, racional y divertida a la vez, de la artista. Utilizar letras recortadas (de carteles recogidos en la calle) para replicar estas mismas amenazas, acrecentarlas en un nivel plástico. Escapar de ese modo al escrutinio de los detectives y las grafólogas (aunque no al de los críticos de arte). No dar ninguna pista personal. No delatarse. De primero de extorsión, vamos. 

Francarlos. La única pieza de la exposición que no incluye letra o texto. Retratos fotográficos oficiales de dos jefes de estado, el dictador y su sucesor en el cargo (el anterior monarca). Una pieza de arte óptico, podríamos decir. Un dos en uno que se activa y vibra al paso del visitante. Aquí la pieza depende de las piernas tanto como de los ojos, del desplazamiento tanto como de la mirada. La verdadera pieza, no consiste en la prevalencia de una imagen sobre la otra, no reside en el acto de dilucidar la anterioridad o posterioridad de una y otra, sino la simultaneidad en todo caso. La pieza no se consuma tampoco en la imagen un poco frankestein que surge de la irrupción de un retrato en otro, la desaparición de un retrato en el interior de otro. La pieza en mi opinión, reúne todas estas posibilidades (y alguna más) y ninguna en exclusiva. Es una pieza de juego, una pieza esencialmente lúdica.

Texto Rubén Díaz de Corcuera
Fotografías Jorge Salvador