Bajo el agua

«Bajo el agua» 2018
Instalación y performance.
Centro de interpretación de Garaio. (Álava)

Trabajo seleccionado por el programa «Itineracción» de la Diputación Foral de Álava dentro de su Plan Estratégico de la Cultura de Álava y gestionado por Artium Centro Museo Vasco de Arte Contemporáneo. Comisariado por el colectivo Zas Kultur con l*s artistas Txaro Arrazola, Iñaki Larrimbe y Nerea Lekuona.

https://vimeo.com/321930890

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ITINERACCIÓN es un programa de intervención y experimentación artística en diferentes puntos del Territorio Histórico de Álava que tiene como principal objetivo promover espacios de interacción entre el arte contemporáneo y el territorio, poniendo especial atención a su diálogo con el medio rural, el espacio natural y el contexto social.

Este nuevo programa impulsado por Artium, Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo, y el Departamento de Euskera, Cultura y Deporte de la Diputación Foral de Álava busca desarrollar y fortalecer la práctica artística en ámbitos no habituales aunque no por ello menos interesantes, así como su vinculación con la realidad social, cultural y medio ambiental del Territorio Histórico de Álava mediante la selección de un proyecto curatorial de intervención artística en tres espacios situados en el mismo.

Texto de Juan Pablo Ordúñez Mawa y Natxo Rodríguez.

BAJO EL AGUA
Hoy en día el espacio social común, político y físico, es un espacio que está desapareciendo por muchas y diversas razones. Al mismo tiempo, el concepto de “espacio público” parece imponerse como escenario ideologizado del consenso, donde, como dice Manuel Delgado, se vive cierta “ilusión ciudadanista” que actúa como mecanismo para difuminar sus propias contradicciones. De tal manera que la calle o la plaza, durante mucho tiempo escenarios naturales para una convivencia compleja de la vida social, el ocio y la fiesta, la reivindicación política, la representación individual o colectiva, el conflicto o el simple tránsito hogar-trabajo/escuela-hogar se están hipernormativizando hasta la eliminación de cualquier disidencia o actividad discordante. Ya vimos cómo iban tomando cuerpo muchos de los presagios de los relatos distópicos contemporáneos en forma de una omnipresente (video)vigilancia. Pero a medida que esta ha ido tecnológicamente mimetizándose en el paisaje urbano y evolucionando hacia formas expandidas de post-vigilancia (Rodríguez) y sobreexposición voluntaria (Aliaga), otras estrategias de gestionar lo social y lo público en la ciudad han cobrado protagonismo con maneras más “friendly”. La programación obsesiva y la espectacularización de todo lo urbano junto con la tematización de la ciudad-marca como escenario-plató para todo tipo de experiencias actúan de manera invisible a favor de la gentrificación y la acumulación de valor, lejos de lo espontáneo, lo informal, lo marginal o cualquier apropiación inadecuada del espacio urbano. Procesos en los que la cultura ha pasado de ser considerada un derecho a ser un recurso para otros fines (Yudice).

En esta coyuntura, son muchas las maneras del/la artista para estar en la ciudad. El sistema del arte tiene bien definido su encaje en lo urbano a través de una estructura legitimada socialmente que a su vez legitima qué forma parte y qué no de ese sistema.

Sin embargo, no todas las prácticas artísticas se acomodan de igual manera a ese sistema fundamentado en las lógicas del museo, la academia (escuela-universidad), la galería, la crítica, etc.  a pesar de que somos conscientes de la capacidad de esas lógicas de absorber, desactivar o invisibilizar todo tipo de discordancia. De una manera similar a los virus más desarrollados, las estrategias “del estar” en ese espacio urbano van mutando y desarrollándose de nuevos modos como forma de huida. Sin olvidar el desgaste y la energía a invertir, los nuevos mecanismos de control, privatización, espectacularización y un sin fin de vanguardias económicas contemporáneas, exigen nuevos modos de ser, hacer y estar. No solo se han trazar caminos diferentes, sino que también se tiene que atender a nuevas lógicas del pensamiento y el debate. A contextos nuevos, nuevas formas de pensar. Y el arte no es un elemento ajeno a estas situaciones. Las prácticas contemporáneas se han visto en la necesidad de tener que reinventarse a sí mismas en forma y contenido para seguir siendo un camino de investigación, reflexión y práctica totalmente actualizado.

Así cuando el concepto de espacio público deja de lado aquellas cuestiones que más tienen que ver con lo social y lo común, preferimos hablar de “esfera pública” (Deutsche, Consonni) y aquellas prácticas artísticas que favorecen el debate sobre los asuntos comunes. Desde esa concepción de lo público la intervención artística es una opción, que se aleja del cubo blanco y de la idea de monumento, que dialoga directamente con el contexto y plantea propuestas específicas para el lugar y el momento. Propuestas que en muchas ocasiones, como en el proyecto de Nerea Lekuona, son además efímeros. Es decir, suceden y ocupan un espacio, en este caso en el entorno rural-natural, por un período limitado de tiempo, sin ninguna intención de perdurabilidad, al menos física. Una idea la de lo efímero que aquí adquiere una nueva dimensión, más allá de la duración propia de la pieza instalada en el parque de Garaio. Porque en el caso de los pueblos que desaparecen con la construcción de un pantano, tema central de la propuesta de Lekuona, lo efímero llega hasta parcelas de nuestras vidas que habitualmente consideramos estables y para toda nuestra existencia y que, sin embargo, se ven interrumpidos por el interés general-colectivo. En este caso generar electricidad y abastecer de agua a la población. Algo tan resistente al paso del tiempo como un pueblo, sus casas, su iglesia, calles y plazas que aparentemente siempre han estado y permanecerán ahí siendo testigos del paso del tiempo y de las personas, de repente desaparecen. Desaparecen literalmente bajo las aguas.

La memoria de la personas que tuvieron que dejar sus casas y sus vidas para la construcción del embalse alavés de Ullibarri-Gamboa es precisamente el punto de partida de “Bajo el agua”, el proyecto de Nerea Lekuona, dentro del programa Itineracción. Con una propuesta específica (más en lo histórico contextual que en lo físico) para el sitio busca la manera de incidir en un contexto muy concreto, donde, al margen de cuestiones formales o estéticas, consigue activar emociones, estímulos, recuerdos, vivencias pero también reflexión con un dispositivo sencillo articulado en tres partes:

1.- Instalación en Garaio.

Un estanque de trece mil litros de agua instalado en las inmediaciones del centro de información del  parque conecta el lugar actual, junto a la antigua iglesia del pueblo de Garaio, con el pasado de las poblaciones que actualmente se encuentran bajo el agua, a través de un gran collage fotográfico  formado por imágenes históricas de archivo, que reposa en el fondo del estanque. Señalado con una bandera azul especialmente diseñada para la ocasión que reúne la simbología de señalización de playas (se encuentra a pocos metros de las playas de Garaio formadas por el embalse) y un icono que hace referencia a los edificios ahora sumergidos.

2.- Visita performativa

La propia autora de la pieza es quien, en el marco de una visita guiada colectiva, se encargaba de activar la pieza, sumergiéndose en el estanque e interpelando a las personas asistentes a “bucear en los archivos para saber dónde vamos”, “bucear en la historia y ver el fondo de la cuestión”. Mientras, chapoteando, recitaba los apellidos de los y las habitantes que tuvieron que abandonar, hace ahora 60 años, aquellos pueblos a orillas del río Zadorra “para que ahora tengamos agua y luz”.

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3.- Escaparate en espacio ZAS.

El espacio ZAS, situado en la calle Correría de Vitoria-Gasteiz, acogía por otro lado algunas de los elementos utilizados en el proyecto. Con la inevitable presencia del agua, en Zas, en su escaparate, ahí donde el contacto con la calle es más directo, de nuevo se hacía referencia a los apellidos de la zona del embalse.

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La historiadora Txus Bilbao, autora del libro ‘A cincuenta años…’ publicado en 2008, subrayaba, en un encuentro organizado en paralelo a la intervención artística, este proyecto hidráulico como una propuesta pionera de ingeniería para el bien común, cuyos beneficios todavía hoy podemos disfrutar. Pero al mismo tiempo ponía en evidencia las grandes contradicciones causadas por el modo en que las familias desplazadas fueron tratadas. No solo se les arrebató su casa, su arraigo social y familiar, sino también su modo de ganarse la vida en un lugar en el que la mayoría dependían de la tierra, viviendo de la agricultura y la ganadería. En el mismo encuentro, el artista e investigador Juan Pablo Ordúñez “Mawa” compartía esa visión contradictoria entre el interés general y el tratamiento particular a los afectados. Una visión que Mawa complementa con su experiencia en dos proyectos muy relacionados conceptualmente con “Bajo el agua” de Lekuona. “Sant Romà de Sau” donde trabaja sobre la invisibilidad y la historia de este pueblo de la provincia de Barcelona, sumergido bajo el agua en 1962, a partir de la simbólica torre de la iglesia local, cuya parte superior dependiendo del nivel del agua emerge cada cierto tiempo. El segundo de ellos “Nacido en” rastrea las consecuencias vitales y administrativas que conlleva la desaparición en 1968 de poblaciones bajo el agua del embalse del Porma, en León. La desaparición física implicaba en este caso la modificación del lugar de nacimiento de sus habitantes, cambiado el nombre de su pueblo natal por otro pueblo cercano administrativamente operativo.

La finalidad de estos proyectos por un bien mayor, que suplen una necesidad común, no son el objeto la crítica, sino más bien, su modo de ejecución. La importancia del agua y su buena gestión, cuando esta buena gestión tiene lugar, son un tema indiscutible de importancia general, pero lo que podemos discutir siempre es el modo de hacer. Un fin intentado justificar los medios, pero donde la imposición siempre deja profundas cicatrices en forma de cemento, ya sean como muro o como soporte. El capítulo de las presas, pantanos y embalses se nos muestra como un imaginario lleno de fango y barro. El “cómo” se hacen las cosas va siempre ligado indiscutiblemente al fin propio de la acción; al “qué” estamos haciendo. La imposición de abandonar hogares iba de la mano de expropiaciones o pagos justos, según el caso. Proyectos que han dejado la historia sembrada de capítulos embarrados de recuerdos, vivencias, destierros, burocracias e imposiciones.

“Bajo el agua” es un proyecto artístico que tiene la capacidad de activar la reflexión en el público de una manera directa, desplegando estrategias cercanas a la persona visitante. Dialoga y se enriquece con proyectos como los de Txus Bilbao o Juan Pablo Ordúñez “Mawa”. Pero también ha sido capaz de conectar, y esto es tremendamente importante, con la experiencia en primera persona de aquellos y aquellas que hace 60 años tuvieron que abandonar pueblos como Azua, Garaio, Larrinzar, Mendizabal, Nanclares de Gamboa, Orenin, Ullibarri o Zuazo de Gamboa. Pueblos y habitantes que todavía hoy están pendientes de reconocimiento porque sacrificaron sus pertenencias, sus raíces, sus proyectos de vida para que hoy podamos beneficiarnos del agua y la electricidad que genera, pero también de algo tan contemporáneo como son los espacios de ocio y esparcimiento en los que se ha convertido un paisaje que bajo sus aguas esconde mucha(s) historia(s)